IBIAS

La capital del concejo es San Antolín de Ibias.



Ibias es un concejo montañoso, que posee paisajes maravillosos.

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Subimos desde Cangas del Narcea por una carretera y luego bajamos por otra, lo que nos permitió contemplar vistas distintas.

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¡Es imposible describir estos panoramas con normales palabras humanas! Algo se levanta en el alma y va creciendo y aumentándose y no permite hablar, creyendo un nudo en la garganta, se hace tan grande este nudo, que ya no puede caber y se rompe con lágrimas de admiración de este mundo tan bello y perfecto…

Y que bueno es que tengo en el coche un disco con los conciertos de Rachmáninov – es la música, que por su expresividad coincide con mis sentimientos en estos momentos.

Al lado de la carretera vimos un hórreo , cuya parte superior estaba hecha en forma de palloza.

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Poco a poco y haciendo muchas paradas, subiamos a San Antolín de Ibias. Poco antes, en Cecos, giramos a la izquierda y subimos a ver el palacio de Ron.

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Ahora sus propietarios son una pareja de vecinos de un pueblo de Ibias. Ellos me contaron, que al comprar el palacio, tenían que reabilitarlo, ante todo el tejado.

El dueño era tan amable de permitirme entrar en el patio: parece que aquí el tiempo se detuvo, así imaginaba yo la organización de la vida económica dentro de una finca medieval (tal vez mi opinión se basaba en unas películas históricas y aventureras): un gallinero en el patio del palacio, por todos los sitios se ven pavos y gallinas, un enorme recipiente de piedra, lleno de agua… y junto con esto una bella construcción antigua de donde en el siguiente monento pueden salir (cierro los ojos e imagino) unas damas, acompañadas por elegantes señores, vestidos según la moda de los siglos pasados…

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La historia de este palacio tiene su propia leyenda, parecida a un cuento oriental: el tesoro, la cueva de Alí-Babá, la prisión y el secreto – todo se une en esta leyenda. Cuentan, que un mozo con el apellido Ron y natural de las tierras de Ibias cayó prisionero y resultó situado en una cárcel de Argelia. Allí conoció a un árabe, expulsado de España bajo la ley Real. El mozo pasaba horas y horas en conversaciones con el árabe para llenar de algo los largos días de aburrimiento. Llegó tiempo, cuando el árabe decidió confiar al mozo su gran secreto, que guardaba durante muchos años: le contó, que había dejado el tesoro en una de las cuevas. Era difícil penetrar en ella, como la entrada estaba protegida por un secreto: para conseguir abrir el paso, hacía falta tocar una melodía especial en el cuerno. El árabe enseñó esta melodía a su nuevo amigo, pero no le abrió el sitio concreto, donde se encontraba la cueva, porque se planificaaba ir juntos a sacar el tesoro.

Pero el mozo alcanzó liberarse primero y se fue a buscar el tesoro. Día tras día pasaba en búsqueda de la cueva necesaria, tocando el cuerno. Y al fin consiguió encontrarla: con los sonidos de la melodía se movieron de una manera mágica las gigantescas piedras y se abrió una estrecha entrada en la roca. Por dentro el mozo vió lo que buscaba: un baúl, lleno de oro.

Con este dinero fue conseguido construir un palacio, que hoy conocemos como el palacio de Ron. He leído, que en el escudo está reflejada esta historia de hallazgo del tesoro – tenía la imagen del mozo con su cuerno. Pero el escudo, hecho de madera, que estaba encima de la puerta, no se conservó bien:

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Nosotros seguimos el camino hacia la capital del concejo San Antolín de Ibias, donde ante todo planificabamos ver la iglesia con unos elementos románicos (siglo XIII).

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Es interesante la imágen del Santo encima de la portada: está hecha de madera, como el escudo del palacio de Ron – esto parece ser la tradición de estos lugares:

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En las paredes se ven las conchas del Camino de Santiago:

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La celocía de cada ventana está decorada con un ornamento floral o geométrico:

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Cerca de la iglesia de San Antolín está situado el Museo de palloza – la construcción recreada tanto por fuera, como por dentro, donde se puede conocer de la organización de vida en esta típica vivienda rural. La excursión gratuita dura aproximadamente 1 hora, durante la que la guía explica con todos los detalles posibles y de manera muy divertida de como vivían varias generaciones de una familia (la cantidad de personas variaba entre 15 y 20 ) dentro de una palloza. Para mí todo fue muy interesante, pues era la primera palloza en mi vida.

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Ante todo prestamos atención a lo que todos los elementos constructivos de la palloza eran naturales:

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El horno constituía la construcción más grande de casa :

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Era un objeto de multiuso: daba calor al espacio interior, su parte de arriba servía de gallinero – las gallinas en calor daban más huevos, en el horno se hacía pan. La preparación de pan era un proceso tradicional, respetado durante siglos. Primero, la ama de casa calentaba bien el orno, quemando la leña hasta que se quedara el carbón y hasta que las paredes del orno se quedaran blancas de calor – esto era el signo de que la temperatura ya era bastante para hacer panes. Se sacaba el carbón, porque podía quemar pan, pero no se echaba, sino se guardaba hasta un momento determinado. En el orno se ponían panes. Hay que decir, que el pan se hacía aproximadamente una vez a dos semanas, un poco de levadura siempre se guardaba para la vecina, que era la siguiente en calentar su horno. La última por su turno dejaba un puñadín de levadura para otra ama, así nunca se perdía la dependencia mutua de las familias dentro de un pueblo: cada casa estaba unida en ese sentido con sus vecinos.

Después de sacar panes, al horno se ponía otra vez todo el carbón y se quedaba dentro hasta que se convirtiera en la ceniza. La ama la sacaba y la guardaba: la ceniza servía de detergente y de antiséptico.

Lo que ayudaba a proteger la propia casa no sólo de los microbios, sino también de los insectos, ratones y de malos olores (como el ganado estaba dentro de la palloza) era el humo – el horno tenía tal construcción, que el humo no salía fuera, sino llenaba el espacio del interior.

Además del horno, en la palloza había otro hogar, en el que se preparaba la comida cotidiana – estaba en el centro de la casa y siempre permanecía encendido. Sobre el hogar en una cadena de hierro estaba colgada una cacerola, y más arriba estaban colgados embutidos, ramos de hierbas medicinales, etc.

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Cerca del hogar estaba el banco principal de la casa. Su construcción nos explicó la expresión “poner la mesa” – una pieza plana, que en la foto está en el centro del banco y está subida, durante la comida se ponía en posición horizontal, creando una mesa, así se ponía la mesa.

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De lo que se refiere a la división del espacio de una palloza: en total había dos tabiques, que separaban la casa en tres habitaciones: la común, que era la más grande, con el hogar y el horno, aquí dormían casi todos los miembros de la familia, excepto los abuelos y los bebés – estos últimos tenían su propio pequeño dormitorio, y los abuelos acunaban a los nietos por la noche, permitiendo descansar a la parte trabajadora de la familia, que al día siguiente tenía que salir al campo.

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La guía prestó nuestra atención a los agujeros, que estaban hechos en la parte superior de la cuna y que servían para los cordones que molestaron moverse libremente a los bebés y sacar las extremidades de la cuna. Nos explicó la guía, que en aquel tiempo vitamina D, que producía el sol, era la única posible para los niños, por eso los padres aprovecharon los días de sol para sacar las cunas al aire libre. Pero en el patio siempre estaban los cerdos, que son omnívoros en el peor sentido de la palabra: había casos, que mordieron dedos o otras partes del cuerpo a los pequeños, y los cordones les protegían de este peligro.

Volvemos a la palloza: el tercer espacio de casa era el establo, que estaba separado del pasillo común no sólo por un tabique, sino también por el techo, encima de él que por la noche se ponían telas de lana para dormir.

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La presencia del ganado daba más calor al espacio: dentro de la palloza, protegida de frío por la piedra y la paja, en invierno se guardaba la misma temperatura entre 16 y 18 grados, eso se debía también al fuego permanentemente encendido.

El calendario laboral dentro de una palloza se desarrollaba tanto fuera, como dentro de la temporada agricultoria. Se habla de aproximadamente 24 oficios, a los que se dedicaban los campesinos – es verdad que dentro de una palloza existía una economía autosuficiente, y muy pocas cosas tenían que comprarse en la feria. Los propios dueños producían de madera variados muebles para su casa – desde bancos, cunas hasta baules, en los que se guerdaban la ropa (también hecha en casa), la harina, la carne salada, etc. Aquí se hacían cestas de losa, madreñas, diferentes herramientas, incluso se forjaba hierro. Las mujeres hilaban , tejían, bordaban, cocían, batían mantequilla, hacían jabón….

Salimos después de la excursión muy emocionados y llenos de deseo de subir más arriba hacia un pueblo,  donde se conservaban las pallozas originales, pero ya comenzaba a anochecer y teníamos que aplazar esta visita para otra ocasión.



 


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